
Podría haber pasado mi vida entera en el suelo esperando que abrieras la puerta una tarde y que me dijeras "ya llegué, te quiero". Hubiera saboreado cada partícula de tiempo en tu espera, hubiera envejecido ahí sin pensarlo a cambio de un "voy a volver, espérame". Pero nada de eso sucedió, él nunca dijo una palabra...todo estaba nuevamente en mi cabeza, él simplemente quería distraerse un rato. Lo último que vi fue su boca, luego un frío abrazo y ya era una mera sombra alejándose paso a paso de manera seca y ahí me quede pasmada, frotándome los brazos...suspirando como una tetera, con la ilusión de que mis respiros cesaran. Y ya han pasado casi seis años y a veces te extraño tanto que te hablo día y noche, a veces te extraño tanto que los animales susurran como cualquier ser humano, los ojos de las personas me parecen más falsos, los sentimientos ajenos son una madeja disuelta por un gato. Me armo de paciencia para vagar cual fantasma, pero en el fondo yazco vacía e inestable como el núcleo de la tierra, paulatino, estruendoso, como la marcha de mil pingüinos con un objetivo predispuesto por la vida, he de ser por hoy y por siempre desde ese instante, un maniquí sacado de vitrina, oculto en un desván.
No hay comentarios:
Publicar un comentario