
Vine a esta iglesia, donde te vi pasar esa tarde, la tarde que te fuiste de mi vida, estoy algo conmocionada, no sé bien que sentir, me da miedo decir que en realidad ya no estás en mi vida, que en realidad nos dejamos, nos aburrimos, nos hostigamos y todo lo que prometimos nos deja como mentirosos, como manoseadores de palabras, como una burla abominable y repetida, como quién se queda sin continues tras un gameover rotundo.
Estoy acá mirando como la gente corre intentando salvar eso, eso que tanto aman, sus vidas, lo que a mi parecer no es más que un fragmento sobreexpuesto y valorado, algo que jamás me perteneció del todo, veo mis brazos y ya no hay hilos, no están los hilos de aquellos profetas, manipuladores de nuestra realidad, ya no hay nada que me ligue a la rutina y sigo fumando, los mismos cigarros que me ofreció la radio.
Muevo mi pie lentamente, no hay música, solo hay gritos, no pensé que mi final sería tan miserable, estoy recordando cuando fuimos con tu familia de paseo al campo, se me llenan los ojos de lágrimas cuando pienso en ti jugando con tu hermanita, que escena más bella ¿no? verte a ti en tu aspecto cotidiano, pensar donde estuviste todos esos años criándote mientras yo ya sabes, hacía mi vida, mientras yo me criaba a miles de kilómetros y quién sabe. El paisaje se torna multicolor, algo de luces profundas anaranjadas, relámpagos amarillos, bolas rojas que son como la sangre, van de allá para acá recordándome el fluido de mis propias venas, no pensé que la llegada del Sol a nuestra tierra en esta especie de contacto catastrófico tendría desde esta iglesia un ángulo tan bello, tan adorable.
No sé lo que más me angustia, saber que no estás conmigo compartiendo este momento, saber que eres la única persona que necesito abrazar para dejar de llorar o saber que no te interesa siquiera aparecer. La vida es una burla intensa, de pronto una radio dañada emite tu canción preferida y me río como loca, caigo al suelo, grito, golpeo el pavimento hasta que mis huesos se quiebran, ahora hay fluido rojo en ellas, las paso por mi rostro, tengo manchas de guerra, ¿guerra contra quién? ¿quién me preguntó si quería vislumbrar este asqueroso final? nadie. A nadie le importa ¿sabes? , pero confié en ti, creí en tus palabras, pensé que a ti podrían inquietarte las cosas que no me dejaban dormir pero de seguro fingías, como todo el mundo finge, soy una extraña en mi cabeza en estos momentos, ya no te reconozco, hace mucho calor, mis manos se están desintegrando, un cometa atraviesa ahora todo el cielo, es como si el día fuera eterno, como si la luz que cae a velocidad sobre mí me entregara una paz, el calor es similar al de un café en pleno invierno, siento que me abraza, el calor me abraza, me consuela, te recuerdo entonces, estoy llorando y mis lágrimas se evaporan, estoy de espaldas en el suelo riendo, riendo por lo irónico que resulta todo. No me imaginas aquí, claro que no, siento a ratos tu olor entre esta gente que me salta, me patea y me pisa mientras busca absurdamente escapar. Escapar del mundo, de la realidad, del final irremediable que nos guió a la extinción absoluta, el término de un ciclo natural. Las voces de pronto comienzan a frenar, su ritmo es una verborrea inentendible en estos instantes y ahora todo gira, entonces puedo recordar el olor del campo, el olor de los girasoles, la sensación de aquella última vez, la última vez que tomé tu mano.
1 comentario:
¡Hermoso texto!
Para seguir pariéndolos, hay que seguir viviendo.
Y al final la vida quizás sea una mala broma, pero hasta las malas bromas pueden encarnarse en textos.
¡Saludos!
Publicar un comentario