martes, 12 de abril de 2011

sexo




El sexo como infusión, como conclusión, como límite ciego de los deseos siempre tan envueltos,
el sexo como nube difusa y espesa, tan espesa que se te cuela por los ojos hasta que revientas,
el sexo como adicción, como terapia oscura, como límite de la pasión, como la fusión concreta de los revuelos internos, la sangre, la carne, el ser andrógino perpetuando todo más allá.
El sexo hirviendo, el sexo frío, el sexo con figuras en la mente que no son las figuras montadas sobre la piel.
El sexo siempre ha tenido ese encanto, esa furia , esa manera de darte a conocer a alguien que en ningún aspecto más podrías dilucidar. No conoces a alguien hasta que te lo topas en la cama, las locas son más intensas, los recatados ganadores, los potentes símbolos unos fracasados, los que mucho hablaron aprender a quedarse callados, acá todo se vale, la música, los poros, la esencia plena del ser humano, la bestia, la distancia, la humanidad, la aspereza y en un raro y no grato caso, la piedad.
Mezclar los elementos en esta extraña composición podría ser un examen del todo complejo, el sexo puede ser sexo, en efecto, pero también puede ser la analogía de todo lo vivido, muchas visiones, muchas confusiones, mucho detalle del que solo te enteras en ese momento y me pienso, me pienso en el sexo, me pienso porque sé de eso.
El sexo como instancia liberadora, reveladora, cazadora de argumentos que fuera de una habitación, un pasillo, una silla o un baño público no tienen más valor que el lápiz labial que deja una mujer en la colilla del cigarro de su amante, una servilleta lanzada al depósito tras su uso, pero que cobran sentido del todo si se ha de buscar un culpable.
El sexo como ese elemento por cual muchos han matado, más antiguo que la mismísima moral, elemento brutal, instintivo, pero que si es usado como método podría ser resuelto como una ecuación a prueba de genios.
El sexo como un cigarro que tarde o temprano ha de fulminar en el filtro, como un sueño, como un viaje sensitivo, una droga más de la cual todos han caído presos.
El sexo como eterno aliado y traidor, como eterno dialogo de conversación o como un eterno martirio para quienes no han disfrutado más allá del roce físico.
De todo hay para el sexo, de todas las personas descubrimos tras el riachuelo de ropa en el suelo, quienes se erizan cuando la fibra sintética abandona su madriguera humana hasta quienes gozan de cubrir sus órganos hasta la instancia final o más allá de eso.
Quienes se avergüenzan, quienes no tienen dilema en pedir algo, quienes ceden, quienes abusan, quienes se entregan.
El sexo como magia, como condimento, como aliño al plato, como sendero, como vía de comunicación, como grito desesperado al cielo.
El sexo como señuelo, como advertencia, como brutal asalto o débil suspiro matutino.
El sexo rápido, el sexo necesitado, el sexo de los amantes y el que jamás trae un abrazo.
Sexo simple, sexo complejo, sexo para jóvenes y para los más viejos.

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