lunes, 5 de julio de 2010

Un día común.

caminando 30 pasos a la estación, 30 peldaños, 30 minutos.
aproximadamente 8 minutos de espera, 5 hombres mirando a la cara, como si les hubiera dado el derecho. El metro lleno, el alma vacía, las miradas indiscretas y mi rostro explotando. La música algo triste, luego algo electrónica, la idea era mentirse, no pude. Bajarse del metro, caminar 60 pasos, pasar la tarjeta y allí estoy, frente al elevador, mirándome en el espejo, observando una cara que no me pertenece, una cara que hace años se burla, un secreto que siempre estoy al borde de contar, pero a pesar de todo, mis labios callan. Una existencia predispuesta a los débiles, una vida plana que contar, de manera que cada anécdota realmente importante sea evadida a tiempo. 200 Pasos y el amigo, esperando a trabajar, todas las caras mirando a ese ser, que no soy yo. Todos mirando la cáscara, que no vale un peso, que no soy yo. Despersonalizada, acongojada y ridículamente enamorada. El trabajo no se prolongo lo suficiente y ya es hora de dar los pasos de vuelta a casa. Subo al metro, habiendo asientos disponibles opto por arrojarme al suelo como se arroja la basura, no es primera vez que sucede, y no sólo yo me he hecho eso. Esta vez sólo miro el suelo, todo el trayecto, suena aquella banda, la idea es romperse todo. 3 Jóvenes miran ininterrumpidamente,como si les hubiera brindado el derecho, se me empañan los ojos, esta vez, por la música. Me bajo, y camino a la lentitud máxima que se me está permitida físicamente. El último peldaño, la niña de chasquilla supervisando. Nadie tiene tanta energía como ella, absolutamente nadie. No hay mucha gente a la vista, el cielo se torna de gris, amenaza con lluvia, esa lluvia. Voy caminando sin saber que debo comprar, tintura de pelo, galletas, lana o ahorrar. Entro al supermercado y compro mis benditas galletas de cacao, nada en especial, un mero placer inmerecido y mientras las compro siento ganas de llorar. Camino y me subo al colectivo, dos ancianas se ríen intercambiando palabras, me parece absurdo el tener un cuarto de su edad y andar el doble de amargada, llego a la esquina, me bajo. El perro ensucia mis pantalones con sus patas, no me irrito. Abro la puerta, entro a la habitación, mi desastre, mi cabeza. Me despojo de toda ropa y me pongo pijama. Entra mi madre, esa persona que suele tener un carácter incluso más cambiante que el mío ,me ofrece almuerzo, la miro y me meto bajo la cama, ya he de soñar. El sueño se torna algo confuso, el aniversario de matrimonio de los padres de una amiga, pareciera ser la continuación de algo que ya soñé. Hay muchas puertas y la casa es acogedora, está mi hermano en la cocina, me siento algo apesadumbrada, busco el baño y estoy sacándome la polera cuando entra mi primo mayor, ese primo. Entonces me la pongo al revés y corro por infinitas puertas. Sé que no me sigue, sé que no va tras mío, pero corro. Y corro con la misma frase que usaba para escapar de los fantasmas " corre mariela, como si te llevara el diablo" e imaginando la cara magnificada de satanás, sentía que me dolían las piernas por el esfuerzo. Despierto de nuevo en esta habitación y comienzo a eliminar gente de mi sitio en internet, me demoro aproximadamente 2 horas y aún poseo la mayoría. Revisando encuentro la cara de esa mujer, esa mujer. Su chasquilla perfecta, su sonrisa perfecta, sus labios rojos, su pelo negro, su piel blanca inanimada,mi amor por ella intacto. Deseo verla, escuchar su voz baja, esa voz que está llena de caprichos, ver su rostro que a pesar de la corta edad revela años y vidas de dolor. La muerte. No puedo olvidar ese día. Abro los ojos y me siento miserable, estoy consciente de que hay miles de dolores, eso no me hace sentir mejor, pero tampoco idiota. No me importa cuanto viva, sino cuanto lo sienta. Podría tener una vida completa, 100 años quizás, de una estructura que me permitiera estar estable, 100 años perdidos tal vez. Perdidos por el simple hecho de que lo estable, no logra llenarme. Llegas un día a ser lo que nunca te permitiste o quisiste ser. Llegas un día y has cometido los errores que despreciabas en el resto y es que jamás noté que los defectos del resto eran los míos, reflejados. Te preguntas que se viene ahora, cuando ya todas esas personas que cambiaron tu vida se han ido. Te preguntas quién recuerda que existes, que existes como eres y no imaginan como que eres. Y por primera vez mi cuenta llega a cero, por primera vez estoy sola.
Vienen los cuestionamientos ajenos, si es que esta soledad es forzada, si es que a mi 19 años se puede estar realmente harto de vivir. Sé lo que quieren de mí, sé lo que pretenden que sea, lo que pretenden que piense, que termine siendo un ser calculador, insensible, hipócrita, sumergido en una realidad amoldada, sé que esperan que madure, que abandone mis sueños imposibles, que el día de mañana sea una señorita y que deje de sufrir y tenga una vida relativamente equilibrada, sé que es ese ser el que buscan amar. Pero no soy eso. Sé que también yo he querido eso para mí y sé que me he pasado años intentando conseguirlo. Pero no puedo y sé que hartos no han podido. Me pregunto que me espera, me pregunto ansiosamente que me espera. Estoy harta de amar, en vano. Estoy harta de tener ganas de arrastrarme por algo que no depende de mi propio ser. Estoy harta de tener ganas. Ganas de hacer, ganas de creer, ganas de fingir. No sé que clase de criatura soy, como me dijeron un "Uróboro", si, realmente sí. Estoy tan harta de agredirme, tan harta de seguir, tan harta de que no crean en lo que me pasa, no son inventos...desearía lo fueran, desearía que me retribuyeran todo esto con un dolor físico insoportable, llevar a la piel esta porquería, pero nadie lo hará. Tengo que quemarme entonces, esperar las disculpas que nadie me hará. No vendrá mi compañera a decirme perdón por decirte mil cosas hace tantos años, pero la recuerdo y aparentemente no he suturado ninguna cosa. Pensé que había crecido y lamento decepcionarme. Pero sigo optimista en cuanto a la superación. Soy inteligente, soy valiente, no constante, pero sé que puedo, no soy una chiquilla cualquiera. Quizás no tenga que crecer, quizás soy así ¿cómo saberlo? De seguro no muchos se detienen a pensar esto, yo sí. Cuando me dicen que prácticamente soy una niña jugando a sufrir dolor, me pregunto dos cosas, ¿quién es quién para subestimar el dolor? ¿ como saber que duele más? ¿como medir el nivel de tolerancia con respecto a esto? ¿ como no sentirme ofendida con esta conclusión? y si así fuera, si estuviera jugando ¿por qué duele realmente tanto? ¿por qué me atormentaría algo que NO viví? ¿como es posible tener estas ideas si jamás me "ha pasado"? ¿no acaso ilógico?. En fin, con todo esto explico un día en mi cabeza, crean lo que se les antoje, que está demás etc, lo que es yo, no descansaré hasta encontrar cada pedazo de mí, que de seguro anda revoloteando en recuerdos,personas, y un gran amor, sí. Un gran amor, uno sólo. Tengo un sueño, un gran sueño y es compartir esa cabaña, donde debía estar sola,con alguien más y el día que encuentre a ese alguien, seré feliz, sólo ahí. El amor existe, escribí un día mientras un niño me miraba en el metro, simplemente no me topé en realidad con el (con el reciproco) jamás, es triste ¿no?, pero prefiero esperar a que me amen a medias. No un pedazo de mariela, no un sentimiento, una fasceta, soy yo completa o nada. En defectos y virtudes. No tengo más que decir.

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